jueves, 13 de octubre de 2005

SOY UN COPIÁNTROPO ADOLESCENTE.

¿SUPERCHERÍA? ¿TIMO? NO, NOSOTROS LO HEMOS VISTO CON NUESTRAS GAFAS.

Los médicos no hallan cura ni explicación a su problema. Científicos se rascan la cabeza muy fuerte buscando teorías válidas. Reporteros consultan los archivos en busca de casos similares, chalados acampan frente a la casa de la víctima y la industria del cine le ofrece bastante dinero por llevar su extraño caso a la pantalla ( la causa de la falta de ideas de estos señores la trataremos en breve ). Bernardino Mota Enelojo es el primer copiántropo de la historia, la prueba viviente de la existencia de los hombres-fotocopiadora.

Esta pesadilla contemporánea comenzó cierta noche en el séptimo piso de las oficinas de la compañía Jhanssënt and Jhanssënt Asociados que Comparten Apellidos S.L.. Bernardino realizaba allí sus prácticas tras acabar la universidad, y se había quedado haciendo horas extras “voluntarias”.Su cometido era realizar fotocopias y aún le quedaban un par de toneladas por realizar para el día siguiente. Estaba sólo en el edificio y se animaba escuchando a la famosa tonadillera Conchita de Galapagar en una radio valorada en dos euros con cincuenta céntimos situada sobre un archivador gris perla. La luna llena se encaramó a los jirones de nubes del cielo ( sí, gané un premio de redacción en el colegio y quiero que se note ) en el mismo momento en el que la fotocopiadora en la que Bernardino realizaba su trabajo se atascó con un sonido extraño, más propio de una bestia que de un aparato electrónico. Intentó hacerla funcionar de nuevo de todas las maneras que se le ocurrían: dándole golpes, insultándola y tirando del cable, pero nada de eso funcionó. Cuando procedía a sacar el folio din-a4 de papel reciclado del malo del funesto aparato, “me mordió”, según las palabras del interfecto. Fue allí dónde empezó todo.

Los días posteriores se sintió extraño, sentía predilección por el papel, podía oler la tinta de un bolígrafo a centenares de metros de distancia....era como si algo lo poseyera. Varias semanas después volvió la luna llena ( el día que le tocaba salir, puntual a su trabajo como siempre ). Bernardino estaba en casa aquella noche haciendo más bien nada y empezó a sentir que su cuerpo cambiaba, su voz se tornaba más ronca, tenía pelo donde antes no, y cómo había pasado ya la pubertad y esto es como el apéndice, que una vez cortado ya no vuelve, supuso que sus síntomas se debían a otro motivo. Entró al baño y se miró en el espejo. Vió con horror como su cara se deformaba, ángulos rectos brotaban en su cuerpo y su color tendía al blanco hueso. El desgarrador aullido que brotó de su garganta se convirtió en un sonido mecánico. Cuando su familia lo encontró en el suelo del cuarto de baño, no era más que una fotocopiadora con un mensaje impreso en papel continuo: "¡Ayuda!".

Queríamos hablar directamente con el afectado, así que fuimos en fecha de luna llena .Pocos minutos pasaron de las diez de la noche cuando, tras asomarse a una ventana, la transformación se produjo. Los compañeros de este medio allí presentes nos miramos con asombro, y aprovechando el salto hicimos unas fotocopias que nos hacían falta para el día siguiente, entre ellas la del boleto de la quiniela colectiva, que nuestro compañero Leandro no se queda tranquilo hasta que todo el mundo tiene su copia.

Aquello que creíamos creencias centroeuropeas de parroquianos de tabernas con ganas de guasa y algún litro de alcohol de más y adivinadores del porvenir amigos del dinero ajeno se ha hecho realidad entre nosotros, en nuestro mundo, hoy día. Desconfien de fotocopiadoras, faxes, máquinas de escribir y otros artículos de oficina alimentados con papel. Y sobre todo, si tienen que realizar dichos trabajos con estos instrumentos de Satán, nunca y bajo ningún concepto, lo hagan el noches de luna llena.

Informó el profesor Maximiliano Espirolez, Doctor en Copiantropología por el Instituto Nacional de Investigadores Majaras con Embudos en la Cabeza.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo conozco casos contrarios. Salvajes que han atacado con saña y alevosía inocentes máquinas de fotocopiado. Mordiendo, pateando, quemando toners, masacrando inmaculadas hojas en blanco que pasaban por ahí... Vamos, que no les hace falta una mordedura de fotocopia, ni de ningún otro instrumento, animal o protozoo para que su físico y su carácter sufran cambios. Un saludo.

Mr.Incógnito dijo...

Sí, pero estará de acuerdo con nosotros en que esos casos son mucho más comunes que el que hemos relatado...incluso nosotros hemos presenciado un par de incidentes...y protagonizado media docena.

Anónimo dijo...

De acuerdo estoy, sin duda. Y hace usted muy bien en resaltar los casos extraordinarios. Un gran trabajo.

Anónimo dijo...

Es el mejor post del mes de todos los blogs que conozco...grandioso...Yo tambien hago prácticas universitarias y la fotocopiadora parece amenazante...¿Debo vacunarme...? ¿Existe remedio...?

Mr.Incógnito dijo...

Hay quien afirma que con bolígrafos de plata se puede acabar con ellos...aunque debería tirárselos desde lejos por si las moscas.

Ah, y gracias por los piropos...es que esta redacción no está muy acostumbrada.