El fútil ejercicio de sacar a bailar la libertad a los sones de la canción más afín al gusto del pelanas de turno sonroja al más cerúleo rostro. Nunca tal dama alada estuvo en tantas bocas, viendo como su recatada condición era arrastrada cual vestido de baile en un cenagal. Porque la situación abandonó la estación del castaño oscuro en un tiempo borroso inalcanzable. ¡Dedo acusador parapetado tras el cristal, me señalas como amante de la absenta, admirador del láudano o simple chalado con el que mondarse! Yo torceré su dedo con mi palabra y lo avergonzaré hasta extremos insospechados.
Quiero que reflexionen, ¿qué hay de malo en santificar una fecha memorable en los límites de mi propiedad? Acto heredado del incansable oscilar del péndulo, ha llegado hasta mis días y reposa en mis hombros la responsabilidad de regarlo con el agua del recuerdo, podar los rumores que sobre estos hechos pudieran derivarse y disfrutar con su candor florido. ¿Y si les dijera que en este acto mis ancestros celebran la feliz iniciativa de liberar a todos sus esclavos?Ah, ya querrán ustedes esconderse acosados por la encarnada vergüenza. Estos esclavos tuvieron a bien poblar los alrededores de manera civilizada, y aunque aún hoy tememos su revuelta por rencillas del tiempo del trabuco y por ello vertemos algunas opiniones negativas sobre ellos de cuando en cuando con el elevado fin de probar su rectitud moral, pese a todo se han comportado como las personas que pretenden ser. ¿No es motivo de festejar? No para algunos de ellos.
Mis fastos comienzan con una sentida salva de veintitrés rifles de cachas de marfil traídos expresamente de las profundidades de la misteriosa Áfriga por el que se presenta como tataranieto del sin par Zartán Rey de los monetes, que conserva el buen nombre de sus ancestros. Por lo visto pasan por la lejana Kong Hong y allí le graban el nombre para saltar alguna mordaza legal, pero por su tacto me consta que son auténticos. Después, para que ustedes juzguen cuán fácil resulta sacar de quicio a mis convecinos con cualquier nimiedad, ejecutamos unos disparos al aire con tres cañones antiaéreos, un proyectil por cada esclavo liberado. Estos cañones, usurpados a los temibles Lambruscos Tintos de ultramar me han sido vendidos por una respetable cantidad por un tataranieto del Requetecontralmirante Nelsson & Jhonsson, que guarda una divertida semejanza con el pariente de los Zartán salvada por un profuso bigote. ¿Qué son dos horas de honrosos disparos conmemorativos en un lunes a la alborada, cuando a nadie han de molestar? Por motivo de su admirable trasfondo caritativo he decidido este año del señor de 1984 repetir esta práctica cada primer lunes de semana. ¿Me agradecen este hilar con la historia? Pues mire, pues no.
Estos zarrapastrosos zoquetes zampabollos envían a un vocero, un alguacilillo, a rogarme por el silencio necesario para el descanso de las personas. ¡Apenas he empezado con la representación de la Zarzuela! Veintidós horas de pulmones batientes por el cuadro de Fermosos Cantarines de Baddem-Baddem, acompañados por el Orfeón Denostierras, en una obra escrita por un descendiente de Pascual de Talla de gran talento y vendido por un precio razonable. Su parecido a su abuelo compositor es notable, pero más con los Zartán y los Nelsson & Jhonsson. Sin duda los hombres de valía comparten parecidas facciones y profusos bigotes de colores distintos.
Aliño las insulsas vidas de mis convecinos de cuando en cuando. Hago la labor de historiador desinteresado. Espanto espíritus aviesos. ¿Y qué quieren? Silencio. No, no rían ahora, no bromeo. Pretenen imponer su quietud anhelada en mis tierras, las que un día les permitimos labrar sin pedirles nada a cambio y de las que les permitimos partir con las manos vacías. Y ahora los descendientes de aquellos osan aproximarse a las tierras aradas por sus ancestros a exigir a su legítimo propietario que respete su sueño.
Esto ocurrió cuando no habían dado las seis en el reloj. Esas no son horas de impedir el normal desarrollo de tal ejercicio de memoria con reproches. Menos aún de acudir en masa, alguacilillo en cabeza, con cejas cruzadas y reproches en la mirada. Por Júpiter Saturnino, ¡despiertos se encontraban, qué importancia tenía ya! ¿Acaso no saben ya de mi costumbre? Bah, ¡enmudezcan villanos todos! Me arrebatan las fuerzas para celebrar su antigua liberación. Malagradecidos.
Salvador de Pestaña.
2 comentarios:
Pandilla de cabrones, qué duda cabe. La culpa la tiene usted por no tomar cumplida nota de sus críticas constructivas a golpe de salva ceremonial pero proyectada contra sus innobles testas. Quién los vería correr por esas campiñas y esos pradales. Se les iba a quitar tanta tontería.
Don Salvador se lamenta de lo extremadamente cauto de la legislación vigente en lo que toca a agresiones justificadas a ideologías contrarias o subalternos picajosos.
Ahora, que tampoco es para que usted lo anime, que este señor con el fusil de carga frontal, el monóculo y los cartuchos de sal es temible.
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