Y VINO HORRIPILADO DE TODAS LAS COSAS QUE VIÓ POR ALLÍ.
Instituto de Dicharacheras Enseñanzas Secundarias Mixtas de Klavels, a un paseo de distancia del centro de la ciudad de Vlazorka. Noviembre, un frío que congela las piedras. El conserje del citado Instituto baja las escaleras del edificio a saltitos y realizando diversos aspavientos manuales armado con un tarro de limpiador amoniacal “Krifstasolf” y una mopa. Grita a todo aquél que osa permanecer en mitad de la calle “ huid, huid, el edificio está maldito “, a la vez que sus convecinos lo miraban extrañados creyendo que aquello no es más que una “performance” de esas. Nosotros, como siempre atentos a todo suceso extraño que ocurre a nuestro alrededor, escuchamos el relato de los hechos gracias a nuestra radio de transistores “Gaviota” color avellana. A sabiendas de que no podíamos dejar de cubrir estos hechos, rompimos nuestra hucha de cerdito y con lo que encontramos, mandamos a un redactor a la ciudad de Vlazorka y de paso compramos un lapiz y dos gomas de nata, que iban haciendo falta. Una semana y pico más tarde, nuestro redactor volvió al redil. Con el rostro blanco como el caldo de cebolla y con el susto agarrado a las pantorrillas, nos contó lo que presenció. He aquí su relato.
Llegué el viernes a primera hora, el autobús de circunvalación que cogí en la puerta de casa me dejó a diez minutos del instituto Klavels. Aproveché para estirar un poco las patas tras las cuarenta y dos horas de viaje, el ataque de un oso pardo y el intento de venta de un colchón por parte de unos comerciales que iban a caballo. Los alrededores del instituto se encontraban en silencio, sólo roto por mi mismo, que iba cantanto “ yo, yo no tengo miedo alguno oiga”. Decidí dejarlo cuando una buena señora con pañuelo en la cabeza me tiró una preciosa maceta desde una terraza. Encontré las puertas del edificio abiertas, así que la excusa de que no había podido entrar no me serviría. Tras atravesar la entrada, una ola de calor abofeteó mi cara, creí que era la primera manifestación paranormal, pero sólo era una estufa que alguien se había dejado encendida. Pero lo peor estaba aún por llegar.
No quise preguntar a nadie de los alrededores sobre los fenómenos, porque no quería sugestionar mis siete sentidos, y porque tampoco tengo idea del idioma que hablan por allí. Iba más acongojado que en una inspección fiscal, cuando de repente, una cabeza de señor con bigote salió rodando de una de las aulas. Debí gritar muy fuerte, porque el primer asustado fue la cabeza, que a la vez que decía “ no grite, que no soy sordo”, se fue rodando pasillo abajo. Tras la consiguiente descomposición intestinal, seguí con el rastreo porque no sabía salir de allí, de saber dónde estaba la puerta de salida la habría usado. Empezé a oir un sonido lejano, como el que se produce al arrastrar algo de poco peso. Algo oscuro se asomó a una esquina. Sudoroso como un pollo en un asador, seguí mirándo aquello, no fuera a ser que por no prestarle atención se digustara y la cosa fuera a mayores. Aquel felpudo reptaba, os lo juro. Se me acercó, hizo como si me olisqueara y viendo que carecía de interés alguno, se marchó por donde vino. Grité presa del pánico, y una serie de imágenes estremecedoras vinieron a mi mente, instantáneas mentales de mucho espanto: rostros desencajados como los de aquellos que vuelven de juerga a las tantas de la noche, seres deformes con cara de demonio y cuerpo de paragüas y políticos en campaña besando niños. Horrible.
Pero lo peor de lo peor llegaba ahora. Buscando la salida como los insectos buscan las luces brillantes, y en una habitación abierta, pude ver una imagen que nunca olvidaré: era.....esto.....eehmm, no me acuerdo, pero era de mucho susto. Lo que si fue de pavor del bueno fue el último espectro: un fantasma con gafas. Me observaba, más antiguo que el mismo tiempo, más brillante que un flexo recién comprado, desde el descansillo de unas escaleras. Empezó a bajar mientras yo le decía “ no te molestes en bajar hombre, si iba a subir yo “. Me armé de valor, le hize una foto y de esta manera me ahorré comprar una postal de recuerdo. Escapé de allí como pude y vine andando desde Vlazorka hasta aquí porque no encontré un taxi libre.
Hemos de decir para cerrar el tema que nuestro compañero, a la pregunta de “ ¿ no te habrás emborrachado con almibar de melocotón en conserva y te habrás quedado dormido viendo una película de terror ochentera en tu video beta?” este energúmeno, desviando la mirada, no supo qué contestar. Por tanto, no podemos dar por cierta su información con un cien por cien de fiabilidad. Si alguien tiene un cuñado en Vlazorka, que lo llame a cobro revenido y que le pregunte si todo esto es cierto, por favor.
Fue una crónica espeluznante de Alfonsín Ruiperez de Meca
Fotografía de esas instantáneas del presunto fantasma con gafas. Juzguen ustedes mismos la veracidad del asunto.
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