viernes, 10 de agosto de 2012

DESPIDO POR CAUSAS ORBITALES.


¿LOS DERECHOS DE LOS COSMONAUTAS A LA DERIVA ESPACIAL?

Alfred Cachimba III es picapleitos subalterno de la Asociación Escafandras Unidas y director de la publicación casi anual “Cohetes y cuetes”.

“Que la emoción por contemplar la galaxia en pleno danzar eterno, suspendido en el vacío, no te despiste de tener un ojo puesto para que un satélite meteorológico no te lleve por delante”. Sabias palabras las que nos regaló, a cambio de hotel, sábanas y empanadillas, el veterano cosmonauta Igor Biruji en el último simposium Amiguitos de las Estrellas. Una profesión en la que se unen el terror atávico a la oscuridad, las dudas que asaltan en cada giro y la  responsabilidad al atesorar los conocimientos técnicos necesarios para mantener todos los mecanismos en funcionamiento. Pero dejemos el tema de los electricistas en trenes de la bruja para otra ocasión.

Las nuevas relaciones entre patrón y marinero han cambiado para volver a ser como antes de antes. El panorama laboral internacional ha llevado a la clase trabajadora a prescindir de tartera para el medio día, tan presente está la incertidumbre. El negocio de los paseitos espaciales no ha quedado ajeno. Su última víctima ha sido el experimentado cosmonauta Piero Paprika, neozelandés afincado en las islas Solojamón. Elegido en el casting por su desenvoltura en temas estelares, su habilidad al concer la capital del Puyo-Puyo y el desfile en traje de baño, le fue otorgada la banda de segundo astronauta de honor, además del título “Mister Sonrisa Dentríficos Cometa”.  Portando sus maletas repletas de ilusión y dos babuchas de andar por nave, la misión a bordo del transbordador Entrometido XVI iba a significar un punto de inflexión en su vida. Pero, y he aquí ese punto por el cual usted seguirá leyendo y no se irá a barrer las macetas, se le rompió la ilusión de tanto usarla.

“A mí me extrañó desde el primer momento que no me dejasen tocar nada –relata un afectado Paprika – Tras mucho insistir me permitieron limpiar el parabrisas del transbordador por dentro. Creí haber ganado su confianza cuando me dieron la responsabilidad de poner en hora el reloj de la cocina. “ El ambiente dentro del módulo, según su testimonio, se fue recrudeciendo con el paso de los minutos. “Estábamos a punto del despegue y vi a mis compañeros bien pertechados, atados a su asiento con cinturones con cinco puntos de anclaje y girando diales con la seguridad de un jubilado que lleva oyendo la misma emisora desde que hizo la comunión. Les pregunté que si debía sentarme y ellos, con sorna, me indicaron una silla de nea de un rincón. Creí que un guitarrista flamenco se nos uniría en cualquier momento y de ahí la presencia del rústico asiento, pero que va. Me vi agarrado al áspero asiento durante el despegue y a duras penas mantuve los empastes en su sitio”

El menoscabo de sus capacidades resultó patente desde el primer instante, tal como se desprende de su valiente relato. El atropello se produjo poco después. “No habíamos gastado ni la primera bombona de zutano cuando el comandante de la misión, Dimitriv Rostropiedrich, me llamó a su despacho. Allí me comunicó que mis servicios no serían necesarios y me hizo firmar mi baja y a prestarle veinte rublos. Desde ahí temí que me dejarían abandonado a mi suerte en la primera estación espacial que nos cruzáramos. Un compañero de promoción lleva en el Apeadero Espacial Interprovincial desde hace seis años. Por suerte es un manitas y ha terminado abriendo un local de arreglo de calzado. Pero a mí me sacan de reintroducir en la atmósfera toneladas de metal con el pulso de un director de orquesta y no sé hacer otra cosa.”

No alcanzo a adivinar si esta estancia le habría deparado mejor suerte o, al menos, una indemnización de más días por años en órbita. La resolución para con Paprika fue fulmintante. “Abrieron la portezuela a la altura de Barrajoz. Por suerte todavía volábamos a baja altura y aprovechando un ceda el paso en una rotonda me dejaron en el arcén. Lo más cercano que encontré fue un apartado local coronado por un corazón luminoso y, esperando hospitalidad y comprensión, me alojé por unas noches allí, a la espera de poner en orden mis pensamientos.”

Dramatización pictórica del fatal aterrizaje forzoso.

 Me encontré con Paprika en ese local al entrar a llamar por teléfono. Me conmovió su caso y he decidido guiarlo en este espinoso asunto legal contra la National Astronautic and Pirotecnical Asociation. Los derechos de estos navegantes estelares no pueden ser pisoteados. No por ellos, si no por todos esos niños que sueñan con ser astronautas futbolistas para dar patadas al balón en gravedad cero.

Me despido con una reflexión del astrofísico, filósofo y erudito Dieter Palanqueta: “Si hay más sitio en el espacio, ¿por qué tiene que estar tan pegada la escandalosa de mi vecina al cabecero de mi cama?”.  No dejen de mirar las estrellas.

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