jueves, 17 de enero de 2008

EN LA BOCA DEL METRO.

¡OBRAS PÚBLICAS INUSITADAS!

Grandes momentos de angustia personal acampan en la calva del protagonista de nuestra historia, Servando von Rutmeller, que como bien indica su apellido, es oriundo de las afueras de Cuenca. Creyéndole loco, los medios oficiales no han querido dar noticia de su extraña situación personal. Y en eso entramos nosotros. Entramos en su estanco, hasta la vitola de los puros de personal por motivos ajenos al negocio, y nos interesamos por su problemática. Escuchen con las pupilas.

Según testimonio de don Servando, testigo que jura no haberse perdido a sí mismo de vista en ningún momento, todo ocurre en la mañana del doce del presente, cuando, recién levantado del lecho conyugal ( véase sofá del salón por unas diferencias de carácter con su esposa que no han de importarle a usted ), afirma “notar un gusto raro en la boca, así como a petardo o como cuando se corta un azulejo, y unas ciertas molestias que le suben y bajan” todo ello acompañado de acompasadas gesticulaciones manuales aplaudidas por los presentes en el momento de la entrevista. Sin alarmarse, ya que sus problemas de salud habían sido leves desde “que vi aquella luz resplandeciente en el cielo en mitad del campo” ( testimonio que no constará en acta ), se acerca al espejo del baño mediante sus propias zapatillas para quedarse patitieso ante el reflejo: una señora con bolsas de la compra sale de su boca, eso sí, deseándole buenos días.

Ante la alarma de su mujer y las fotografías de los vecinos, acuden a las urgencias hospitalarias más cercanas. El diagnóstico es claro: será el calor. En una segunda opinión emitida por un experto conserje del centro hospitalario, queda claro que don Servando tiene una salida del metro ciudad emplazada en la boca, a la altura del tercer molar, con gran trasiego de trabajadores y jubilados con tickets descuento.

“Se lo diré rápido, puedo hablar un rato hasta la próxima hora punta. El Misterio de Obras Públicas y Ladrillazos me ha instalado la llegada del metro de la línea de Nuevos Monasterios en una caries, no sé si aprovechando una siesta o hace unos días cuando un operario con casco amarillo me abrazó efusivamente por la calle durante dos horas. Ahora, ¡fíjese!, estoy en un sinvivir durante el día, que si sale un señor con maletín, la salida de los estudiantes, que son unos escandalosos, el personal que llega tarde y se me mete en la boca de un salto. ¡Un disloque! ”

Preguntado a las autoridades pertinentes, estas afirman que “la decisión de establecer la salida de las líneas 39 y 82 de metro ciudad en un molar de esta persona se debe a que su trabajo y su vivienda están en el mismo edificio, a dos rellanos de distancia, y es hombre de poco pasear. Está siempre localizable, nos salió más barato y porque en este Ministerio hacemos las cosas a base de caprichitos personales, mire usted.”



Si bien se contempla en los planos, el parking aún no ha sido inaugurado,
no por las posibles molestias a don Servando, sino porque el señor
Alcalde anda liado con unos recados de casa.


Momentos antes de que un trilero con mesa, cubiletes y pelotita se introduzca en la boca de don Servando para subirse a la línea 39, este se queja de que “lo peor es que a la misma salida del metro han colocado otro estanco que me hace la competencia, mire, que si teniendo esto en la muela tuviera yo más clientes no me quejaría, ¡pero es que salen con los cigarritos ya comprados!”.

Antes de despedirnos le pedimos por favor repita sus gesticulaciones manuales explicativas de su caso. Nervioso el hombre nos manda a freir puñetas, sin que hasta el momento de publicar el artículo tengamos claro si las quiere vuelta y vuelta o bien hechas.

Informó Cristino Malaespinez, un señor con bigote que quizás haya confundido usted en plena vía con alguien que no conoce.

No hay comentarios: