CONFLICTO EN CLAVE DE FA INSOSTENIBLE.
Crónica de Senen Cortabrotes.
Ser propietario de una vivienda conlleva grandes
sacrificios: elegir un felpudo adecuado, estar al tanto de los jinetes
recaudadores del reino y no maltratar mucho los riñones por si hubieran de devolverse
al banco son algunos de ellos. Pero en algunos casos el destino nos suelta un
bofetón y con la misma mano nos pide para coger un taxi. El caso vivido en las
carnes de Valeriano Poleomentez es digno de aparición en primera plana de los
diarios, pero como andan empeñados en
retratar ministros imitando el gesto de arlequines tristes, nosotros le
ofrecemos la noticia en primicia de riesgo.
Los altercados se vienen produciendo desde hace tres semanas
en la propiedad del señor Poleomentez. Se encontraba una sobremesa disfrutando
del confort de su salón, tranquilamente insultando al hombre del tiempo cuando
llamaron a su puerta. Creyendo que se trataba de la esperada visita de un primo
esquimal, abrió sus puertas y su corazón de par en par, aún a riesgo de
corrientes. En el patio delantero encontró a un digno músico portando un oboe
de ébano y al son de las buenas tardes accedió al interior, agarró las
escaleras y subió al desván de don Valeriano no sin antes elogiar la colección
de sobres de sopa de sobre que, enmarcados, jalonan los escalones. Desde ese
momento el timbre de casa no dejó de sonar. “El tipo del oboe me decía desde
arriba que no me preocupara, que él abría. Y claro, con esa educación, con esa
clara dicción y con la pajarita oscura, no le sabía yo regañar”. Desfilaron por
su escalera rotundos trombones, ligeros triángulos y arpas art-noveau. Al caer
la noche, la filarmónica de Helpsinkit se le había hecho fuerte bajo su techo.
“Los primeros días no dieron mucho la lata –comenta
Poleomentez- interpretaron unos valses húngaros muy bien arreglados, y
siguieron con unas polonesas muy ligeritas. Vamos, yo estuve abajo quitándole
las telas de araña a las lámparas de araña meneando el abdomen. Vamos, muy
requetebien”. La orquesta, según consta
en las crónicas, se encuentra en pleno peregrinaje desde la cancelación del
concierto en beneficio de los Violinistas Zurdos de la otra orilla del Rio
Vulgo. Perdido el autocar que les devolvería al aeropuerto, los músicos
alternan los eventos feriales con los cortes de cinta en actos públicos. Dada
la crisis en la calidad de las tijeras que venimos sufriendo estos años, sus
actos públicos son cada vez menores en asiduidad y repertorio. Ahora, la
Helpsinkit Filarmonikem se balancea entre el koniek y el kaput, que siendo los
dos la torta padre, se diferencian por los decibelios del propio porrazo.
La situación en principio parecía en parte agradable. “Con
un par de kilos de angulas y unos espumosos se arreglaban, son de buen comer. Y
ya le digo, el repertorio era una delicia de oír, me tocaban unos nocturnos de
Chapón a la hora de la siesta que no me despertaba hasta el día siguiente”.
Pero ha querido la mala fortuna que una banda rival, Les Soplaflautés du Nantes
de Antes, hayan aterrizado en el mismo vecindario. “Ahora se pasan la noche
insultándose por la ventana, se gritan que si Debussó era un picateclas, que si
Chairkosky se lo bajaba todo de internet...Se ponen gallitos en la puerta de mi
garaje calentando los trombones y desde la acera de enfrente los otros empiezan
a darle a los violines, pero todo muy asincopado. Yo que creía que iba a tener
hilo musical con solo darle de comer a cuarenta y cinco músicos y mire usted,
me ha salido rana el asunto”.
La autoridad con su candor y su gusto por lo poético y lo
bello al que nos tienen habituados, ha declarado en rueda de prensa que “No
vamos a desalojar por la fuerza a estos artistas. ¿Disolverlos con pelotas de
goma y botes de humo dice? ¡Salvajes! Que nada toque el arte, que nada lo
rompa. Si la melodía se rompiere, el arte aquí mesmo pereciere”. Con
sensibilidad musical o con el mismo oído que un membrillo los responsables
parecen no saber actuar en esta situación. Un equipo de expertos de la delegación del gobierno tiene previsto
personarse esta misma semana en el domicilio y tomar una determinación al
respecto, siempre y cuando no acaben bailando valses vieneses, como viene
siendo tónica habitual en los últimos intentos de acercamiento.
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