LA VIDA TRAS LA FÁBULA.
Un tú a tú de María Angustias Sonajero.
Hemos acordado celebrar la entrevista en el salón principal
del Grand Hotel Consí-Consá en la Costa Añíl. Rodeados de maderas nobles,
mármoles y apliques de bronce nos encontramos tan fuera de lugar como una
máquina de escribir en un transbordador espacial, pero la dificultad de
conseguir esta reunión de carácter informal e informativa nos ha empujado a no
quedar con este insigne personaje en la churrería en la que habitualmente
llevamos a cabo estas interviús. Nuestro amigo de la infancia, nuestro Ratón Pérez
aparece vistiendo una ligera sahariana de color crudo, pantalón de pitillo
blanco y zapatos naúticos sin calcetín. Tras los saludos efusivos estoy
nerviosísima por compartir un gin-tonic de alcachofa con este mito de los años
mozos.
-¿Ratoncito o Ratón?
-Obduliano. (Sonríe) No quiero parecer seco, pero a estas
alturas los nombres artísticos son poco relevantes.
-¿Le molesta el diminutivo?
-Todo se lo debo al personaje, admito que durante una época
más tormentosa he dado alguna mala respuesta a quien de todo corazón me ha
saludado por la calle, enseñándome los empastes. Desde aquí quiero pedir
disculpas por ello.
-Muchos, quizás demasiados, aseguraron que se retiraba.
-No del todo (abre con habilidad un altramuz) Es verdad que
me dejo ver menos, pero aún hago alguna salida. Casi siempre son favores
personales, el hijo de un Gobernador del Banco de Descrédito, la hija de un
fontanero veinticuatro horas, ya sabe, gente de cierta posición social y
prestigio. Ya tiene uno una edad.
-No los aparenta, está usted estupendo.
-El retiro hace mucho por las ojeras, (sonríe, mientras
cruza las piernas y se acomoda en el sillón)
-Todos sabemos de sus andanzas. Pero hay un capítulo en su
carrera que no es muy conocido. ¿Le importa hablarnos de él?
-Dejé de olisquear envoltorios de parmesano hace mucho.
-Me refería al tema
del fisco.
-Está todo en la prensa de la época.
-Pero nunca se publicó su opinión, ¿no es cierto?
-Con el tiempo he llegado a entender las motivaciones de los
inspectores, pero nunca he podido deshacerme de la sensación de haber sido un
cabeza de turco.
-¿Le atacaron por su posición?
-Querían ver las cuentas de resultados por cada diente caído
en el hemisferio occidental con efectos retroactivos a diez años, a una media
calculada de diez machacantes por pieza. Querían saber de dónde venía la
financiación.
-Usted quiso ver un contubernio organizado por nueve de cada
diez dentistas.
-Nunca me declaré en esos términos.
“El retiro hace mucho por las ojeras” (Ratoncito Pérez)
-¿En qué quedó?
-Aún estoy en conversaciones con mi abogado, arreglando
flecos correspondientes a años bisiestos.
-Esto le acarreó disgustos en el seno familiar.
-A posteriori he comprendido que dejé entrar los problemas
del personaje en la sala de estar. Fue un error. Acusaciones de estar fuera
demasiadas horas, que no había tanto niño con mellas...(deja la frase en
suspenso mirando la alcachofa de su gin-tonic como una calavera hamletiana)
-La relación con su mujer acabó en el verano del ochenta.
-Fue muy civilizado. Aún nos llamamos por navidad.
-Hablando de familia, ¿qué tal sus hijos?
-Estupendos, esos sí que saben (sonríe y se le ilumina el
hocico). Uno es marchante de obras de arte en San Paquito y el otro es
protésico dental en Berberecho Hill. Aunque hayan seguido caminos distintos
estoy muy orgulloso de ellos.
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Foto: Francesco Due Mano Sinestra. |
-¿Y qué hay de usted?
-Gracias a uno de mis hijos me he introducido en el circuito
artístico y cultural, en el meollo de la gente guapa podría decirse. Comparto
valiosas experiencias con un grupo ecléctico de intelectuales. Estamos luchando
por la recuperación de un caladero de langostinos puma frente a la costa y
tenemos en proyecto establecer una fundación de mecenazgo dirigida a escultores
de ceniceros en arcilla.
-Es bueno estar ocupado.
-Desde luego, siempre tengo algún proyecto entre las orejas.
-Sus memorias están próximas a ver la luz.
-Me las pidió un amigo editor. Ya me ve, he terminado
poniendo mis experiencias en cuartos ajenos en negro sobre blanco.
-¿Puede hacernos un adelanto?
-No todo era recoger dientes. Fueron años de desenfreno que
me han hecho tal como soy.
-Un deseo para el futuro.
-Fraternidad.
-El último libro que ha leído.
-“Disquisiciones celestiales, follones terrenales” de
Prístino Carretilla.
-Una emoción a evitar.
-El resquemor.
Con estas palabras nos quedamos. Observamos el cariño por el
personaje que acarrea esta figura fundamental en la mitología urbana. El
camarero corre a enseñarle sus piezas dentales frontales, asegurando que por el
colmillo izquierdo de su niñez recibió seís pesetas, fundiéndose en un
posterior abrazo delante de la vidriera formada por las botellas de anís.