La iniciativa empresarial y los esfuerzos científicos con bata no tienen límite. Las ganas de forrarse tampoco. Partiendo de estas premisas podemos intuir sin llegar al nudo cerebral la cantidad de mamíferos con ocurrencias que nos rodean, deseosos de conseguir lo que ya declaró en sus tiempos el ínclito San Norberto de Prusia: “ganas que tengo de inventar algo, dar un pelotazo y retirarme, oyes”.
Las autoridades, velando siempre por el interés...sin saber el de quién en concreto, se han apresurado a contactar con Emilio Cardalana, bulbo raquideo pensante y padre putativo de la criatura en cuestión. Tras apagones, bajadas de tensión, subidas de precios y demás caceroladas que viven algunos de nuestros conciudadanos gustosos de tener luz a diario ( amigos, el pueblo llano cada vez necesita más caprichos ) el Excelentísimo Don Señor Emilio, como gusta ser llamado, trae bajo la axila derecha el remedio. Pero que sea él mismo el encargado de contarlo, no sea que luego nos equivoquemos tecleando y es cuando vienen los juicios, las multas y el “yo no dije aquello”, cantinela nuestra de todos los días.
“Conocido los achuchones electricos soportados por mis queridos convecinos a través de las noticias matinales gracias al señor Matías, propietario de la Churrería-Bar-Mampostería Señor Matías en la que desayuno a diario y pago casi siempre, me convencí a mí mismo a base de estirones nasales de intentar remediar el entuerto y conseguir una colocación decente de una vez por todas.
Encerróme en casa días seguidos sin ver la luz del sol, en parte por el nublado, en parte por la carencia de ventanas, a inventar u/o idear un maravilloso prodigio de la ingenieria para que no les falte la luz a ustedes vosotros. Aconsejado por un vecino, militar jubilado, recurrí a las bonanzas de la nunca bien ponderada energía nuclear. Este buen vecino hizome entrega de cierta barra de uranio que hasta el momento le sujetaba una cómoda, quedando en postura incómoda al sujetarla a mano durante la investigación. Con la citada barra, una licuadora, una yogurtera y una percha de pantalón di forma a aquel boceto apresurado y nervioso efectuado en el papel del w.c mientra andaba yo en mis cosas, ajenas a su interés.
Mi intención desde el primer momento era clara: dada la superpoblación de lo que podíamos llamar “Tonto Medio” sin que nadie se alborote al no considerarlo término peyorativo, y la intención de reciclarlos para la sociedad dándoles una función, procedí a irradiar con el nebulizador atómico de mi invención a todo tonto que me cruzara en las proximidades de mi hogar, tarea ardúa que me llevó mis buenos cuatro meses, dada la concentración de aquellos. Una vez conseguido, las calles de mi población natal nunca hubieron de volver a estar a oscuras: siempre rondaba uno de estos tipos, fuere la hora que fuere, por los callejones aledaños. Si bien es cierto que no se podía dormir a ciertas horas de la noche por la concentración de estos, pero esto es tema insustancial.
La idea ha cruzado el charco, dónde de seguro no le faltarán sujetos
dispuestos a trabajar en el ramo, empezando por ese señor que manda allí.
Quise sacarle partido al invento en cuestión construyéndome una base bajo un volcán, contratando sicarios y exigiendo al gobierno un pago por usarlo o los irradiaria a ellos y no volverían a pegar ojo. Si bien la idea de lider maligno con invento furibundo desde la tierna infancia llamó mi atención, consultado un asesor fiscal por el asunto, me recomendó que pasara de planes malignos y le vendiera el invento al primero que pasara con billetes frescos. Y de tal manera lo hize, forrándome como aquél que dice. “dispuestos a trabajar en el ramo, empezando por ese señor que manda allí.
Dicho queda con un montón de palabras antiguas. Es motivo de alegría el invento de este buen señor, que impedirá los apagones, quedándonos en la duda si enchufando a uno de estos individuos brillantes al congelador no se nos arruinarán las croquetas. Mientras tanto este redactor se retira: me empieza a brillar la frente y mi señora quiere que le ayude a leer “Crimen y Castigo” de un tirón.
Informó Luís de Presilla, brillante redactor por causas obvias.
2 comentarios:
He fusilado su invento, cabe decir que con cierta dificultad, ya que barras de uranio me sobran, pero no vea usted lo complejo que está el adquirir una percha de pantalón en el mercado negro internacional.
Probé la primera irradiación con el primer involuntario que se me ocurrió, como no, mi suegra, aprovechando que pasaba por ahí.
Sorprendentemente no funcionó, así que que aumenté las dosis hasta agotar la barra de uranio, con nulos resultados.
Finalmente, repasando su sesudo estudio, observé que un tonto tiene una actividad cerebral mínima que es la que reacciona con la dosis nuclear, obteniendo como resultado algún que otro electronvoltio.
Puedo concluir que el invento no funciona con los tontos integrales de nula actividad cerebral.
Lástima, seguiré a merced de los caprichos de mi suministradora eléctrica.
Suyo afectísimo,
Luigi
PD: Como efecto secundario, he observado que mi suegra se desprende a trocitos cada dos por tres, tonterías de la radiación, y es una ruina el gasto de superglue para recomponerla ¿Puede usted proponer otra solución alternativa?
Estimado luigi:
¡Loado sea el cielo, agradezcamos la nulidad de efectos en su suegra!. Teniendo constancia de sus dimensiones bien podría habernos salido un nuevo satélite para la tierra...con el consiguiente mareo para las mareas.
Recomendamos para la señora madre de su señora no moverse demasiado y rodearla de plástico de embalaje, no tendrá lugar alguno para licuarse.
Atte.
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