La senda del crimen se ha acabado para ti, Jhonny Alpargatonni. Tus días de correrías, tu vida disoluta rodeada de mujeres fatales, de dinero ganado de manera impune se han acabado. Ahí vemos al terrible criminal escoltado por nuestros muchachos de los Servicios de Recogida de Terribles Pillos. Has sido escurridizo Alpargatonni, pero nadie puede huir eternamente del largo brazo de la ley...salvo si eres una rara especie de humano con branquias y huyes bajo el mar...por fortuna no suele darse el caso.
Tu carrera criminal empezó en la Escuela Infantil Happy Happy Bunny decidiste copiar la tarea de "recorta, pinta y colorea" de tu compañero de pupitre. Tu mala acción te abrió los ojos ante un camino de rápido de ganancias carentes de esfuerzo. Tus padres debieron decirte que copiando no aprendes. Poco tiempo transcurrió desde copiar los deberes al atraco del Enésimo Banco Nacional. Concretamente ocho minutos. Tú y tus esbirros emprendisteis veloz huida a bordo de patinete propulsado a pata. Después tuvisteis la desfachatez de gastar lo conseguido en el robo en la Feliz Casa de la Piruleta del honrado comerciante y vecino Walter Gusiluz, para después robarle lo cobrado en la compra. Ya no erais niños, erais una especie de gangsters bajitos con orejas de soplillo y zapatos de la talla veintiséis.
Pronto vino tu primer revés. La lucha con la familia Sobao Passiegui por el control del columpio del barrio dejó a unos pocos heridos y a varios castigados sin salir por ambos bandos. Una serie de crímenes cometidos en esos días te dejó claro que podías hacer el trabajo solo y sin repartir las ganancias. Desapareció un tren de mercancías cargado hasta las bisagras de billetes a estrenar y dijiste no saber nada, pese a encontrarse la locomotora en tu cuarto junto al cubo de los juguetes. Aprovechándote de tu tierna edad emprendiste la huida colándote entre las piernas de los agentes, a los que obligaste a efectuar unos trotes cochineros en pos de atraparte y acabaste con un buen cachete en el trasero, lástima que no te pillara de lleno.
Herido en el culete y en el orgullo buscaste refugio en casa de una antigua amante, Linda Fattalle, antigua compañera de párvulos. Le hiciste daño muchacho, volver a verte fue duro y cuando creyó tenerte de nuevo, una mañana gris y etérea la dejaste sola, llorando y con el pañal hasta arriba. No, no tienes escrúpulos Jhonny. Durante tu fuga derrochaste una fortuna, entablaste malas amistades, te codeaste con la más baja calaña y te hurgaste la nariz. Tu madre debió advertirte de las malas compañías, esas que te dejaron más seco que un bacalao. Volviste con tu metro de altura, tu raya en el pelo y tu bigote de pega a la ciudad que te vio nacer. Tus antiguos compinches habían desaparecido del Jardín de Infancia. Nadie parecía conocerte...quizás por el bigote de pega, quizás porque no los trataste bien, Jhonny. Trabajaste para otros, ya no tenías banda. Sisabas tebeos, metías mano en la cesta de la colecta parroquial y quién sabe qué otros atroces crímenes cometiste, sabandija. Cada noche bajo las estrellas soñabas en secreto ser astronauta espadachín, tu verdadero anhelo.
Tomabas una malteada doble cuando el comisario Dick Cerrojem te tocó en el hombro. Miraste a ese hombre de ley que te había perseguido durante dos días. Tu soberbia te llevó a invitarle a una ronda de batidos. Sin bigote, con el esquijama arrugado y con los mofletes sucios saliste a la calle mientras nuestros chicos de la policía no iban a dejar que te volvieras a colar entre sus piernas.
En este momento el coche patrulla arranca y el sonido de la sirena se confunde con tu fingido llanto infantil. No cara mojada, tus lágrimas no te salvarán de pasar una buena temporadita en tu cuarto. Pero algo peor te espera Jhonny. Verás cuando venga tu padre.

Los Casos de la Brigada Infantil volverán otra semana más. Eso sí, la semana en cuestión no sabríamos decirle cual será. Ya nos conocen, vamos a salto de mata.