De las millones de cartas que nos llegan a redacción diariamente unas cuantas no nos las enviamos nosotros mismos. De ese reducido número una vez un señor nos preguntó angustiado “creo que soy un espía ruso, ¿podrían ayudarme a averiguarlo?”. Sin otra cosa mejor que llevarnos a las teclas, ofrecemos rigurosamente en diferido, por tiempo ilimitado y sin coste alguno el prestigioso “método Alberta de Determinación Indudable De Segunda Identidad como Espía Ruso”, que de aquí en adelante para no dejarnos los dedos tecleando denominaremos “el estudio ese”. Hagamos un poco de historia del “estudio ese” ( ¿ven qué útil? ) antes de entrar en faena.
En 1959 por regla general se sospechaba de todo el mundo: su vecino podía ser espía ruso, comunista a secas, marciano del espacio exterior, morlock...los comienzos de la televisión en EEUU hicieron mucho daño en mentes frescas y blanditas. Toda acción llevada a cabo por su vecino o su cuñada podía ser tomado como prueba irrefutable de su servicio al Kremlim o a Fu-Manchú. Conocidos varios casos de individuos que se acusaron a sí mismos de ser espías triples con doble tirabuzón, las autoridades se vieron obligadas a intervenir. El profesor Alberta Jhonson de la universidad que estaba justo enfrente de su casa trazó unas sencillas directrices basadas en pruebas que cualquiera podía realizar en la intimidad de su sala de estar, para averigüar si uno era un peligroso infiltrado del este o era tonto a secas. Tal fue el éxito del método que meses después se grabó un programa para la televisión, retransmitido a tres hogares y medio ( un señor en Iowa veía la retransmisión con nieve ). Ciertos sectores intelectuales dieron muy buena acogida al programa televisivo. Otros pensaron que había sido un espacio humorístico y que no le habían pillado el punto.

Instantánea del programa de 1959, éxito de crítica, conducido
por el sin par Matías Jhonson & Jhonsson.
Bien, como es probable que usted por aquellos años no viviera en los USA, y de ser así no tuviera la brillante idea de grabar el programa, resumimos el sencillo método para que usted lo practique.
1-Relaje su mente. Poco a poco su cerebro ( mire antes si lo tiene encendido ) entrará en un placentero estado de semi-insconciencia, producido por el apelotonamiento de ondas Felpa. Si usted no tiene de estas ondas, pídale algunas al vecino.
2-Asegurese de tener los ojos cerrados, es importante para este paso. Apriete con ambos dedos índice sus párpados. Si no ha cerrado los ojos como le hemos advertido vaya a pedirle un globo ocular a su vecino. Y procure no molestarle más que ya le ha puesto mala cara.
3-Si ha seguido correctamente los pasos ahora ante sus narices se proyectarán alegres dibujitos, tales como estrellitas, cuadraditos y otras pamplinas sin sentido. Esto le servirá para dos cosas: llegar al sistema operativo primario de su cerebro y darse cuenta de que también puede ver tonterías sin encender la televisión.
4-Observe con atención esas figuras. Los servicios secretos rusos dejaban una marca en sus agentes para poder recuperarlos si se perdían un domingo de picnic. Si usted observa la hoz y el martillo, la plaza roja, caracteres cirílicos o a Lenin bailando el kasachok alternando piernas, amigo, amiga, es usted un espía rojo. De lo contrario, no me negará que ha pasado un rato entretenido haciendo el ridículo solito en casa.
Si resulta que es usted efectivamente agraciado con el premio, deberá acudir de inmediato a Plaza Roja de Moscú. Moscú Capital. Capitanía General de Espías Descarriados, 1º B. Allí le encomendarán su siguiente misión y le entregarán su gorrito de piel reglamentario. Ala, a conocer mundo y a conspirar se ha dicho.
Recopiló información y probó el método Gustavo Apliques, que resulta que sólo era tonto, como alguno ya sospechaba.