Doce uvas peladas, bolsa de cotillón que contiene un gorrito de cartón ridículo, dos birriosas serpentinas y un matasuegras de usar y tirar. Todo ello aderezado por las más diversas costumbres, como introducir una croqueta con lazo rosa en la copa de champagne o morderse un dedo del pie en el primer segundo del año. Correcto, renovamos año. Pero si nada se saliera de lo normal, no estaríamos aquí contándolo. Habocoloum, localidad en lo más profundo de los EEUU, se resiste de nuevo a comenzar otro año. El caso ya era conocido por algunos, pero lo teníamos en el tintero y había que darle salida. Pero vayamos por partes, que luego se pierde el lector y hay que ir a buscarlo con una linterna.
Corre que se las pela el año 1999. Una gélida mañana de diciembre Jhoss MacArrón arroja los pies de la cama y observa su realidad cercana por la ventana de su habitación. Todo parece tranquilo. Su primo Eustaquio MacArrón corretea alegremente por el patio de la propiedad mientras que una especie semi-alienígena espía con ojos golosos detrás de un arbusto a la escuálida MaryLou, la vaca lechera de Jhoss. Con alegría, y sin poder remediar dos lágrimas como naranjas, ve que todo está bien. Con la determinación propia de los MacArrón de toda la vida decide que quiere conservarlo todo tal cual, nada ha de cambiar. Pertrechado con su gorra, conseguida en el drugstore local como obsequio al comprar doscientos kilos de beicon para el desayuno, agarra a su primo Eustaquio por una axila. Ya en la calle principal del pueblo, usando una caja de whiskey como estrado, y dirigiéndose a sus conciudadanos, pronunciará unas palabras que marcarán el destino de esta buena gente
“ Amigos, compañeros de pocker y otros allegados. He tenido una revelación. Si queremos paz, tranquilidad, prosperidad y menos comunistas en este pueblo, debemos permanecer en el año en el que estamos. Nos plantaremos en el año 1999 y de ahí no nos podrá sacar nadie. Al año nuevo yo le digo new year go home “ ( si traducimos la última frase la cosa pierde chispa, no lo nieguen ).
Los ciudadanos se miraban unos a otros con cara de percha, sin saber que decir. Unos aplausos surgieron espontáneamente detrás de la reunión. Eustaquio MacArrón, enormemente conmovido, aplaudía mientras intentaba contener la fuga de mucosidad propia de la emoción. Su aplauso bastó para animar a todos los presentes, que entre gritos propios de cowboys y tiros de fogeo al aire repitieron la pegadiza consigna.
El tiempo ha pasado. Según alguna fuente de información que aún nos queda a un tiro de piedra de allí, Jhoss MacArrón todos los años por estas fechas se aprovisiona de armas pesadas y se tira al monte. Allí, durmiendo con las piernas fuera de la tienda de campaña espera impasible el año nuevo. Nosotros sabemos que el año nuevo no tiene plumas ni viene volando, pero esto no parece ser cierto para este tipo. Cada uno de enero a la hora del café, este señor baja a la ciudad lleno de barro hasta el cogote, y asegura haber derribado una vez más al año venidero.
Por este motivo reciben apetitosas subvenciones de algún senador que firma todo lo que le ponen por delante cuando no tiene las gafas puestas. Habocoloum representa una pertinaz resistencia al cambio, un anclaje en el pasado, una negativa a la realidad.Quizás sea por eso que ha sido elegida por cierto altísimo cargo del gobierno de aquel país para convertirse en el lugar en el que pase su jubilación.
Feliz año nuevo a todos, menos a Habocoloum por expreso deseo propio, de parte de Sótano 71.

Jhoss MacArrón posa orgulloso con su herramienta de trabajo.