Guillermo Scatel. / Encajonated Press.
Éramos apenas un puñado de docenas de
gentes afines al medio escrito los que teníamos conocimiento del
difícil espisodio vital por el que pasaba nuestro Presidente del
Contubernio. Siempre tiene a bien mostrarse cordial en el trato con
el electorado, pero, ¡ay! En esos ojitos tristes flotaba un pesar,
un anhelo. Dada la fantástica salud de la que goza nuestra economía,
el subidón de la renta per cáspita y lo boyante de las arcas
públicas, nuestro presidente Críspulo Tazones no encontraba ese
reto en la gobernabilidad que demostrase a la opinión pública que
no sólo es un avezado timonel de nuestro sino, si no que en tiempos
de marejada es capaz de ofrecernos lo mejor de sí mismo. Los que
bien le conocen y aprecian aseguran que se estaba dejando las coderas
en buscar su hito. ¡Pero qué desagradecido es el servicio del que
se dedica a la cosa pública cuando se navega en calma!
Este intríngulis, esta desazón en la
cartera ministerial bien pudiera explicar los últimos
acontecimientos acontecidos en la tribuna de oradores. En la última
sesión de aplausos al gobierno Tazones ha mostrado su perfil más
introspectivo. Sirviéndose de su turno de palabra ha ocupado su
lugar en el estrado y pidiendo que le enfocaran con una luz cenital
el presidente deshízose de su levita para sorpresa de los senadores
allí congregados. Luciendo mallas blancas y camiseta de tirantas a
franjas Tazones ha ofrecido una performance que muchos han venido en
alavar como “el más bello gesto poético que en la cuna de la
democracia se ha visto desde los tiempos de llamar a sesión rascando
una lira”.
El número se ha desarrollado como
sigue: tras acariciar una flor marchita extraida de muy cerca de su
corazón, Tazones, con inequívoco gesto apesadumbrado, ha efectuado
unos medidos aspavientos manuales, en el que el titular de Economía
ha querido ver “una llamada al todo, un arremolinarnos en torno a
un haz místico para así integrarnos en el relato”. El foco de luz
ha seguido sus pasos en una sala entregada y llegado su escaño ha
extraído unos globos de la parte inferior de su asiento. Algún
díscolo de la oposición ha bramado por lo ensayado de la escena
pero de inmediato ha sido abroncado de la peor manera posible: con la
total indiferencia. Esos cuerpos gaseosos llevaban inscrita las
palabras “amour, liberté et mon-amí”. Gráciles han volado
hasta el techo del hemiciclo, donde al tomar contacto con las flechas
de sioux que allí se conservan clavadas desde el Golpe de los
Comanches del 76, han explotado derramando una fina lluvia de
confetti plateado.
Tras ello Tazones ha interpretado una
pequeña pieza al acordeón y como colofón final ha ofrecido,
gentil, un corazón de cartulina a todos los presentes. El
presidente, que en ningún momento ha abandonado su carácter de
Pierrot de la política, ha respondido a los encendidos aplausos de
la concurrencia saliendo a saludar hasta en cuatro ocasiones.
“Ovación así no se recuerda desde que hace años decidimos no
venir los viernes” comenta un aforado.
El gesto ha sido muy bien recibido por
los mandatarios extranjeros, que ven en este tipo de arranques
artísticos “una manera de mostrar que todos somos humanos”. El
Fondo Profundo Intermundial ha propuesto que Tazones haga su número
en la próxima reunión del Je-cientoypico a lo que este ha
contestado “estaré encantado, pero cada momento es único y para
la ocasión ofreceré otra visión, otra danza”. Preguntado por si
incluirá sombras chinescas solo ha declarado con una sonrisa “eso
será una sorpresa”.